miércoles, 1 de mayo de 2019

Oración bajo la lupa


El tema es 'la oración' y mencioné que es el mejor momento para hablar de esto ya que en los últimos meses he estado orando con mayor frecuencia pidiendo la orientación de Dios, actualmente vivo en los Estados Unidos por mi cuenta y he necesitado la ayuda de Dios más que nunca y no es que no necesite su ayuda normalmente, pero lo que quiero decir es que el estar envuelto en una diferente cultura e idioma te hace darte cuenta de lo incapaz que eres para sustentarte a ti mismo y que sin la ayuda divina todo es más complicado.


        Pero comencemos por el Principio ¿Qué es la oración? La palabra oración proviene del latín “oratio” que significa tener la capacidad para hablar, dar un discurso o realizar una plegaria, cuando hablamos de oración acorde a la biblia nos referimos al acto de “hablar o pedirle algo a Dios”. Entonces ahora sabemos que la oración es básicamente comunicarnos con Dios, pero ¿cómo o qué orar? En respuesta daré algunos ejemplos de cómo o qué orar y de qué manera no debemos orar. 
       En Mateo 6 podemos encontrar el mejor ejemplo de cómo orar y cómo no orar, podemos estar  Seguros de esto ya que son palabras mismas de Jesús. Él reprende al pueblo diciéndoles que no usen la oración para llamar la atención de otros y vanagloriarse, o repitiendo palabrerías tratando de aparentar, sino bien, orar en secreto, a solas con el Señor y Él te recompensara en público. Jesús añade que Dios conoce nuestras necesidades desde antes de pedirlas y que evitemos la repetición de oraciones sin sentido, sino bien orar así:
       “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.  Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.  Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.”
       El Padre nuestro es una de las oraciones más populares al punto de que aún los no creyentes la conocen. Es una simple oración pero incluye puntos de suma importancia como el perdón, la provisión y el exaltar su nombre ya que Él merece toda la gloria.
       Anteriormente en ese mismo capítulo Jesús hace énfasis en no ser como los “hipócritas” (Mateo 6:5) lo que se puede entender que nuestras oraciones deben ser sinceras. Como ya sabemos la oración es una comunicación directa con el Señor así que intentar ser deshonestos, mentirosos o hipócritas es una idea poco inteligente ya que Dios conoce todo de nosotros.
       Al orar debemos ver a Dios como un amigo al que le podemos contar todo sin temor, Dios se alegra de escucharnos y Él quiere que pongamos todas nuestras preocupaciones, deseos y sueños en Él. En ningún lugar en la biblia se nos pide ser estrafalarios con nuestras peticiones, ruegos, alabanzas así que entre mayor sinceridad y honestidad pongamos en nuestras palabras ¡mejor!
       Finalmente, Jesús en otra parábola habla sobre la importancia de orar siempre y no desmayar, lo que significa que debemos orar incansablemente. Jesús cuenta la historia de una mujer que van con un juez injusto para que le hagan justicia y finalmente el juez accede a sus demandas con tal de que esta mujer no le agote la paciencia. El juez injusto responde justamente a esta mujer ¿Cuánto más no contestará Dios a sus hijos que oran incasablemente?
       Es así pues, que la oración no debe ser solo una plegaria momentánea, sino una constante manera de comunicación con nuestro Padre celestial.
       Imagina que un día sales con tu mejor amigo al cine, luego al centro comercial, después a cenar y al final por un café, pero dentro de todas estas actividades no le diriges en ningún momento la palabra ¿Cómo crees que se sentiría tu amigo? Yo creo que ignorado, confundido o no querido. Con Dios pasa lo mismo, Él va con nosotros a todo lugar en todo momento así que sería de Esperarse que habláramos con Él como si fuera nuestro mejor amigo o ¿Acaso hay amigo más fiel que Jesús?
       Termino recordando que la oración es sinónimo de comunicación y como hijos de Dios nos es necesario comunicarle nuestra gratitud y alabanzas, Dios no es nuestro sirviente o accesorio, Dios es nuestro creador y merece toda nuestra adoración y bien dice el salmista en el Salmo 34: 1 “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca”.
      ¡Así que ya sabes qué hacer! Ora en todo momento, exprésale tus necesidades, ideas, preocupaciones, exprésale tu amor, recuerda ser sincero y no olvides que tienes acceso a Él en todo tiempo y todo lugar así que estés en la escuela, trabajo, casa, comiendo, bañándote, escuchando música o cualquier cosa comunícate con Él ya que no hay mejor cosa que compartir tiempo con aquel que nos dio la vida.

Por Asael Parra

Humildad y confesión


En nuestra vida nos caeremos muchas veces, y como el enemigo nunca se rinde, siempre nos estará atacando como león rugiente, pero... ¿Cómo vivir entre el pecado y la santidad?
       Lo primero que tenemos que hacer es recordar las palabras del Rey David, cuando tras haber caído en adulterio con Betsabé y haber mandado matar al marido, se arrepiente cruelmente y en el salmo 51: 4 escribe “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos;”.
        Aunque robemos a una tienda, mintamos a nuestros amigos, le seamos infiel a nuestra pareja, o escondamos una verdad, el pecado siempre es contra Dios, aunque parezca que estamos atacando a otros, el ataque en realidad es a Dios, es a Él a quien le estamos fallando y de quien nos alejamos al caer en el pecado.
       Una vez aclarado esto, tenemos que entrar en materia. Como personas humanas que somos, siempre que cometemos un error lo primero que hacemos es negarlo, cuando caemos en pecado, lo negamos o queremos echar la culpa a otra persona.
       Desde Adán, quien quiso culpar a Eva del error, y Caín, quien finge no saber de su hermano, hasta Poncio Pilato, quien descansa en declarar que la culpa fue del pueblo; la biblia nos revela este afán del hombre por quererse desligar de la responsabilidad.
       Una de las primeras cosas que hacemos para librar nuestra conciencia de la culpa es decir que “no era tan grave”. Nos refugiamos en la idea de que matar es mucho peor que echar una mentira (una “mentirilla”), en que otros roban bancos, iglesias y casas, yo solo no eché todo el diezmo en la charola. Sin embargo dice Santiago (2: 10-11) que no hay pecados grandes ni chicos, porque con una sola cosa en que se falle, por más mínima que sea, no deja de ser falla.
        También solemos caer en el error de hacer las cosas a escondidas y pensar que no cuenta. Pero Cristo mismo dijo en Mateo 5: 28  “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Por tanto el pecado en la mente también cuenta, y cuánto más no ha de contar el pecado a escondidas.
        Aún más preocupante es cuando la gente quiere echarle la culpa a los demás de los errores propios. Como ya vimos, es algo que no inventaste tú, no eres el primero al que se le ocurre que culpar al de a lado es buena idea, es algo que hizo el primer hombre en la tierra y lo venimos repitiendo hasta hoy. Pero esto lo hacemos nada más y nada menos que por falta de humildad. Creer que podemos engañar a Dios, nos mentimos a nosotros mismos para ver si Dios también cae en el truco. La falta de humildad y valor de reconocer que hemos cometido un error nos lleva a señalar a otros.
        Por esto es que Santiago (cap. 2) nos habla de la importancia de este valor. Primero nos dice en el versículo 6 que Dios da gracia a los humildes, en el versículo 8 nos invita a usar esta humildad para acercarnos a Dios y así purificar nuestros corazones, y por último, en el versículo 10 nos dice “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”. No es sino la humildad lo primero que tenemos que buscar para salir del bache en que caemos al pecar.
       Finalmente, sólo vale mencionar que vivimos tiempos finales en losque Cristo mismo dijo que “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”. Hoy día miles de personas hemos caído en un doble error, primero al caer en pecado, y segundo por creer que así estamos bien, que agradamos a Dios con nuestro pecado.
        El punto de este escrito no es dejar mal a la gente, pensando en que somos pecadores sin remedio. Por el contrario, estamos conscientes que la sangre de Cristo nos limpia y su amor es tan grande que nos limpia de todo pecado (todo, porque no hay chico ni grande); pero el punto es hacer ver a la gente que para poder ser limpios de nuestro pecado, l


o primero que tenemos que hacer es dejar de darle vueltas al asunto y fingir que estamos bien, tenemos que reconocer nuestro pecado para poder ser perdonados.
       El segundo punto es el arrepentimiento, pero ese lo veremos otro día. Por hoy, lo primero que tenemos que hacer es confesar nuestro pecado.

El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28: 13

Por Fernando Castro

Quítate la máscara


 Las grandes producciones cinematográficas han producido series, películas y caricaturas de súper héroes cuya característica principal de los protagonistas es la de utilizar máscaras. En nuestro país, México, los grandes de la lucha libre usan de igual manera máscaras.
       Como seres humanos tenemos la tendencia de mostrar ante los demás nuestro mejor rostro. Y lo hacemos ante una cámara fotográfica, cuando vamos a solicitar un nuevo trabajo, cuando un joven o una señorita quieren quedar bien entre sí, etc.
       Hay ocasiones en las que uno se considera una “persona buena”, pero en realidad no es así. Muchas veces somos criticados por nuestras conductas y sin embargo,  pensamos que estamos bien, pero en realidad tenemos una máscara que nos hace ver malos ante los demás. Debemos aceptar que no somos perfectos, porque no existen los humanos perfectos. Todos somos pecadores, pero hay que estar alineados con Dios y dejar que Él nos vaya transformando poco a poco. (Romanos 12:1,2.).
       Muchas veces para tratar de ocultar esta situación nos volvemos como fariseos religiosos tratando de aparentar que somos otras personas; generosas, llenas de fe y siempre rectas dentro de la iglesia, pero afuera de ella la conducta es regida bajo los valores que el mundo dicta, la apariencia de piedad quedó en eso, en apariencia. (2ª Timoteo 3:5.). Así andamos luchando en este mundo, utilizando máscaras para esconder nuestra verdadera identidad y parecer algo que no somos.

Hipocresía vs. Autenticidad

       “Este pueblo de labios me honra”, aquí Jesús se refiere a que hay mucha falsedad en la forma en que hablamos en ciertos momentos y contextos, al orar y con hermanos en la fe. Pero la verdad es que Dios no está buscando que usemos palabras rebuscadas o “muy lindas” para referirnos a Él si en realidad no salen de un corazón puro y sincero.
       La palabra hipocresía viene de la palabra griega hypokrisis, que significa actuar, fingir (como actor/actriz de teatro o telenovela). Es decir, es un hipócrita quien exteriormente está aparentando ser alguien que no es. Se podrá ganar un “Oscar” por su engaño e hipocresía, pero no podrá ganar el Corazón de Dios porque Él no puede ser engañado. (Gálatas 6:7.).
       La segunda frase que Jesús menciona es: “Más su corazón está lejos de mí.” La verdad, todos hemos experimentado, alguna vez, que cuando estamos entonando una alabanza a Dios, nuestra mente está en otro lugar simplemente porque se distrajo con algo más. Si tú eres de los que están pensando: “No, yo nunca” te digo lo siguiente: ¡Quítate la máscara!  O serás el primer fariseo de este escrito.
       Lo malo de todo esto es que en algún momento de nuestra vida en Cristo, hemos sido hipócritas con Dios, con nuestros padres, hermanos, amigos, los que tienen pareja también, y sobre todo con nosotros mismos. Pero no te preocupes, te tengo buenas noticias… hay un remedio. El antídoto para esta situación tan fea como la falsedad es: la sinceridad.
       Hay una razón por la cual abunda la hipocresía, dentro y fuera de la iglesia o “sobre todo en las iglesias”, esa razón es porque la hipocresía sí “funciona”, y “funciona muy bien”. Para explicar lo anterior, te pregunto: ¿Qué quieren lograr los hipócritas? Así es, que los demás los miren como grandes y buenas personas. Su interés es dar una imagen agradable para los demás y es muy probable que lo logren porque son buenos actores/actrices en escena. Pero Jesús dijo que si somos así, seríamos desafortunados cuando todos hablaran bien de nosotros (Lucas 6:26.). Así que, ¡tómala! a tu consideración.
       La hipocresía funciona para engañar a los demás, pero nunca servirá para engañar a Dios. Los hipócritas ya tienen su recompensa (Mateo 6:2; 24:51). Jesús dijo que Dios mismo iba a recompensar a los sinceros y auténticos que no pretenden hacer sus buenas obras en público (Mateo 6:3,4 y 6.). Busquemos la aprobación de Dios, antes que la de los hombres.
      Podemos aparentar una gran santidad o un gran liderazgo, pero si realmente nuestro corazón, nuestros pensamientos, y nuestra vida en general no están al acorde y alineados con Dios para hacer su voluntad, no hay que creernos que somos eso, así que… ¡dejemos de mentirnos y de mentirle a los demás! Dios no está buscando grandes actores, Dios no está buscando expertos en mentir, Dios no está buscando gente enmascarada; Dios busca personas que ya están cansadas de fingir lo que no son, busca personas sinceras, humildes que se reconocen que han vivido en el engaño y que, con ganas de veras, quieren cambiar y alinearse con Dios.

Ser vs. Parecer

      Podemos aparentar una gran santidad o un gran liderazgo, pero si realmente nuestro corazón, nuestros pensamientos, y nuestra vida en general no están al acorde y alineados con Dios para hacer su voluntad, no hay que creernos que somos eso.
       Otra cosa, ¿te has dado cuenta que el ser hipócrita nos vuelve orgullosos? Yo me dí cuenta cuando alguien en el espejo de mi recamara me lo dijo. Si lo has experimentado, ve corriendo al espejo de tu baño o recamara. Notarás que no te digo falsedad, allí te lo dicen fuerte y claro. Nuestro corazón, poco a poco, se empieza a endurecer y empezamos a ser insensibles. Por eso te digo, no seamos como los fariseos que convivieron o lucharon cara (más bien máscara, la de ellos) acara con Jesús y no comprendían lo que Él decía. Sí, es cierto que se sabían las Escrituras al derecho y al revés, pero no servía de nada porque no cambiaron genuinamente y desafortunadamente eso mismo sigue pasando en nuestra época y en nuestro propio contexto, la iglesia.
       Pero, ¿qué hacían los fariseos? Muchas cosas, una de ellas; criticar al ministro de Dios. ¿Cuántas veces no hemos criticado a nuestros pastores, consejeros, siervos o líderes en la iglesia? Los fariseos se preocupaban y se ocupaban más por su propio bien que por el de los demás. Por ello te pregunto, ¿Eres de esos hermanos a los que no les importan los demás? ¿Eres de los que miran sufrimiento en las personas y piensas egoístamente en tu propia felicidad? Si tu respuesta es afirmativa, estás del lado de los enmascarados. Te recomiendo lo siguiente: ¡Quítate la máscara! Y hazlo delante de Jesús con un corazón sincero, Él nos perdona y nos cambia.
        Sabes, es muy grave ser un fariseo, ser un enmascarado, ya que vemos en la Biblia que Jesús usa esta palabra casi como sinónimo de hipócrita. Si lees Mateo 23:1-35 atenderás y entenderás lo que te acabo de mencionar. Observa atentamente:
       ¡Qué fuerte pasaje! Podemos ver que la relación de Jesús con los fariseos, no fue del todo armoniosa. Sus palabras son claras y duras ante la soberbia e hipocresía de los fariseos. Lo que dice y hace Jesús no tiene nada que ver con lo que estos fariseos hacían y decían. Jesús dice que los hipócritas que estorban para que los demás obedezcan a Dios son dos veces hijos del infierno y tienen mayor condenación, suena muy feo todo esto, pero es cierto. Muchas veces nosotros con nuestras actitudes, aparte de no ser de bendición para nuestras vidas, podemos ser piedras de tropiezo para otras personas al decir o hacer cosas opuestas a lo que hemos dicho.

Apariencias vs. ¿?

       Muchas veces como jóvenes cristianos o hermanos de cualquier edad, pretendemos ser unos en la Iglesia y ser otros fuera de la comunidad de fe. Esto no es un asunto de ahora, siempre ha sucedido; “Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer, pues él no se lo había mandado. Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él.”  Levítico 10:1-2. Ellos eran sacerdotes de Dios, pero sólo eran apariencias, ¡puros enmascarados! Analicemos las actitudes y situaciones de estos dos personajes comparadas con las nuestras:
       Pertenecían a las familias de los sacerdotes: Actualmente en la iglesia muchos son hijos de ciertas familias que tienen “renombre”, son cristianos de cuna que se creen “muy espirituales”.
       Habían sido escogidos y ungidos como sacerdotes: Algunos fariseos actuales son líderes de mega iglesias, artistas que se hacen llamar cristianos, líderes de alabanza, personas que tocan algún instrumento o cantan, son maestros de niños, maestros de institutos o líderes en algún ministerio y se toman el papel de “espirituales”, pero en realidad llevan una máscara, sólo están fingiendo.
       Ofrecieron ofrendas delante de Dios en el Tabernáculo: Nosotros podremos ofrendar hasta más de lo que “deberíamos” dar, pero a Dios no le agradará nuestra ofrenda si no estamos primero bien con Él y con nuestro prójimo, Mateo 5:23,24.
      Eran de familia de sacerdotes, habían sido ungidos y ofrecían ofrenda a Dios a la vista de todos. Con esas cualidades, ¿Cómo se podría dudar de ellos? Pero el corazón de estos dos no era santo, por fuera parecía que sí, pero ellos no lo eran al cien.
      Siempre hay un momento cuando la puerta de nuestra habitación se cierra y nos quitamos las máscaras y sólo Dios conoce nuestra identidad, sólo Él conoce lo que pensamos y sentimos. Hoy Él nos quiere sanar y desea quitarnos las máscaras. Él nos ama demasiado y anhela que seamos nosotros mismos todo el tiempo.
       ¿Renunciarías a esas máscaras y actitudes de fariseos para seguir a Dios a su manera? Te invito a que examinemos nuestro corazón y si encontramos algo de esto, arrepintámonos y pidámosle a Dios que nos perdone y nos cambie.

“Crea en mí, oh Dios un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”
Salmo 51:10.

Por Pastor Víctor Zárate

martes, 5 de julio de 2016

Super-evangelizados

Tengo un amigo que es cristiano, me cae re bien y es (en lo que lo puedo conocer) muy buen hijo de Dios, sin embargo tiene un problema. Este problema no parece afectarle, no se siente incómodo con él, nadie se queja de ello y por consecuencia, no ha sentido la necesidad de eliminarlo. Este problema es una enfermedad a la que he decidido llamar “el síndrome del super-evangelizado”.
      ¿Cuál es el problema del “super-evangelizado”? Fácil, son personas que cada día son evangelizadas, a pesar de que han sido evangelizadas por años.
      Está bien, admito que no me estoy explicando mucho. Para no darle tantas vueltas al asunto, actualmente los cristianos nos estamos haciendo ratones de biblioteca, llenos de conocimiento bíblico, experiencia en orar, ayunar y hasta imponer manos, pero jamás salimos a evangelizar a otros, todo el evangelismo lo guardamos para nosotros mismos.
       Para explicar mejor este problema, lo quiero plasmar en dos partes: lo individual y lo colectivo.

Lo individual: Necio con dinero 
       Proverbios 17: 16 plantea una pregunta que veo muy relacionada con este tema “¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, no teniendo entendimiento?”
       Volviendo al tema, ahora el cristiano (a diferencia de años atrás) tiene a la mano librerías cristianas, no llenas, tapizadas de cientos de libros cristianos con información cristiana sobre la vida cristiana y asuntos cristianos, pero ¿De qué sirve?
       Cientos de cristianos se están auto-evangelizando día a día, leyendo libros, artículos en internet, revistas como esta, e incluso leyendo la biblia una y otra vez, pero sin salir a compartir su conocimiento con los demás.
       ¿No fuimos llamados a eso? ¿Acaso Jesús nos llamó a leer y leer la biblia? ¿Mateo 28: 19 nos manda leer la biblia y todos los libros cristianos que podamos? No, el mandamiento de Jesús es salir a ganar almas para Cristo, predicar el evangelio a otros, no a uno mismo; y bautizarlos.
       No esperemos a que seamos unos expertos de la biblia para empezar a evangelizar, porque nunca los serás.
       Lucas capítulo 12 cuenta la historia de un hombre que quiso juntar toda la cosecha que pudiera en un gran granero para entonces sí, ser feliz. Pero Dios le habla y le dice “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.
       No cometamos el mismo error espiritualmente, no esperemos a llenar nuestro granero de conocimiento bíblico para empezar a gastarlo, porque no sabes si esta noche vienen por tu alma y todo ese conocimiento se quedará sin usar.

Lo colectivo: Misioneros a la brava 
       La biblia cuenta en tres evangelios (Mateo 10, Marcos 3 y Lucas 9) el momento en que Jesús subió al monte con sus 12 discípulos y les encomendó la tarea de predicar el evangelio, justo después los mandó a evangelizar.
       En este momento de su travesía, los discípulos aún no estaban tan firmes en el evangelio; su viaje con Jesús iba comenzando y habían compartido poco tiempo con él; además no habían recibido aún el Espíritu Santo en Pentecostés; es más, algunos de ellos aún tenían dudas sobre Cristo y su divinidad.
       Nada de esto evitó que Jesús los mandara a predicar el evangelio. Entonces ¿Por qué nosotros nos esperamos tanto? Muchas iglesias organizan eventos masivos constantemente, ya sean vigilias, confraternidades, conciertos, kermeses o con el nombre que sea, pero sólo son eventos cristianos donde invitan a otras iglesias cristianas ¿Y dónde está la evangelización?
       Nos estamos evangelizando a nosotros mismos, en lugar de llevar el evangelio a las calles, invitamos a otros cristianos a nuestra propia iglesia. Incluso muchas iglesias salen a ayudar a otras iglesias; lo que no está mal, si se combina con el proceso de evangelización, pero únicamente hasta ahí llegamos.
       ¡Vamos! ¡Por favor! Abramos los ojos y démonos cuenta de que nos estamos super-evangelizando los unos a los otros, una y otra vez; es completamente necesario que salgamos a evangelizar a la gente que nos necesita, a los de afuera, a los que no conocen de Jesús. Nosotros ya conocemos de Dios; claro que se vale seguir conociendo más de Él, leer suplementos e investigar más, pero nunca en sustitución del mandamiento que Cristo nos dejó: evangelizar.

Por Fernando Castro

jueves, 3 de julio de 2014

El niño del pastel

Cada semana celebramos a Cristo en la iglesia. Para muchos es un gozo y un anhelo llegar al día en que por fin se alegrarán en Él; pero para otros es un anhelo llegar al día en que vemos a Fulanito, o en que hacen X cosa ¿Es de verdad Cristo “el niño del pastel” en nuestras celebraciones semanales?

       El Salmo 100, en el versículo 4 nos invita a entrar al templo de Dios con alabanza y acción de gracias, pero en la primera oración me encanta que dice “entrad por sus puertas”. Es decir, desde el momento en que uno entra por la puerta (y si se puede, desde antes) ya tiene que ir con el gozo y la alegría de estar entrando a casa de nuestro salvador.

       En realidad es sencillo, cada vez que voy a visitar a mi amada, desde que voy en el carro ya voy con una sonrisa de saber que voy con ella, y seguro estoy que a la mayoría nos pasa igual. Es lo mismo con Dios, uno no va alegre porque “tiene” que ir así, sino porque simplemente es inevitable. Pero sólo es inevitable si realmente vas por Él. Si uno va a la iglesia por algún motivo ajeno a Dios, entonces no se da este gozo automático.

       No es muy complicado el asunto. Lo que te quiero dar a entender es que hoy en día se está dando un fenómeno en que muchos estamos dejando a Cristo de lado en nuestras reuniones semanales (sea el servicio, célula, día de oración, reunión de jóvenes, de matrimonios o cualquier otra). Estamos convirtiendo el momento de celebrar a Cristo, en el momento de socializar. Muchas personas van a la iglesia únicamente para esperar a que se acabe el servicio y platicar; otras van porque les encanta el ministerio que tienen y se gozan en hacerlo, pero no en servir a Dios, sino en hacer el trabajo que tienen.

       Recordemos esos viejos cantos tan hermosos que nos invitan a la verdadera esencia de asistir “Celebrar a Cristo, celebrar…” o “Queremos a Cristo proclamar, como un estandarte levantar…” qué tal “De ti será mi alabanza en la congregación…”. Recordemos que cada vez que asistimos a la iglesia lo hacernos para darle gracias, para aprender de Él, para gozarnos en su presencia, para platicar con Él, para celebrar su victoria en la cruz, para… bueno, tenemos tantas razones para ir a la iglesia.

       No desperdiciemos el poco tiempo que pasamos en la iglesia pensando en otras ocupaciones, en tareas pendientes, en recados que ocupamos dar, en programas de TV que nos perdimos, en la persona que te gusta, en la música, en nada. Porque a nadie engañamos, la palabra de Dios es clara cuando “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;”.

       Es decir que Dios sabe cuando levantas tus manos de verdad y cuando lo haces porque todos lo
están haciendo.

       Este problema es relativo, porque así como pasa en siervos sin ministerio ni relación, también pasa en pastores y diáconos.

       Pero no hay que ser tan estrictos, no es mi intención apuntar con el dedo diciendo que todos somos una bola de hipócritas que se congregan por falsedad. Si yo no puedo juzgar ni a mis hermanos que conozco desde hace años, cuánto

menos a usted. Sólo quisiera dejar claras dos cosas:

       La primera, que se ponga el saco si le queda, que no se haga de la vista gorda y se trate de auto-solapar fingiendo estar bien, si realmente le queda, admita la situación con humildad y acérquese. Si siente que el problema es general en su congregación, puede hablarlo con su pastor o autoridad, no tome medidas de forma aislada o independiente.

       La segunda, que le quede o no el saco, le quiero invitar a visualizar a Cristo cada semana con un pastel enfrente y con un gorrito de cumpleañero. Recuerde que Él es al que celebramos cada bimestre con esta revista, cada semana en su iglesia y cada día en nuestras vidas. Escuche cantos “alegres” de exaltación y gozo. Celebre a Cristo cada día y no lo deje de lado.

Por Fernando Castro

lunes, 23 de julio de 2012

Sacrificio vivo


Muchas veces en nuestra vida nos preguntamos, “¿Qué tengo que hacer para saber cuál es la voluntad de Dios?” Este texto que quiero compartir, es muy importante para cualquier cristiano. Es fundamental para la vida cristiana y para el crecimiento en nuestro caminar con Cristo.


Romanos 12: 1-2
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.



      En el primer versículo, Pablo les está pidiendo o mejor dicho suplicando a los romanos como hermanos en Cristo, que ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable. Ahora, ¿Qué significa esto? En los tiempos bíblicos, un sacrificio solía ser un cuerpo muerto, no vivo; así que Pablo usa el término vivo para mostrarnos que se está refiriendo literalmente a un sacrificio humano. Pablo les está pidiendo a los romanos que entreguen sus propias vidas, que entreguen todo lo que son a los pies de Cristo. El Apóstol también llama cuerpo, no solamente a la carne, sino también a nuestra personalidad. En otras palabras, exige de nosotros no solo la integridad y pureza del cuerpo, sino también del alma y del espíritu (1 Ts. 5:23). Y el presentarse a Dios como sacrificio vivo es un acto racional porque involucra la mente e implica comprender el mensaje del evangelio y decidir conscientemente adorar a Dios.

       Nuestro deseo como Cristianos  es someterse a la voluntad de Dios, pero, ¿Realmente está siendo este nuestro deseo? Un teólogo de Estados Unidos decía: “Los Cristianos no dicen mentiras, pero si cantan mentiras en la alabanza”1. Nosotros podemos decir o cantar “¡Cristo es el señor!”, pero no nos sometemos a Él, decimos “¡Cristo es mi vida!”, pero tenemos otros ídolos en nuestras vidas, “¡Cristo es todo para mí!”, pero no tengo tiempo para servirle. Si Cristo es nuestro señor, el tiene que poseer todo lo que somos y controlar todo lo que somos (Ro. 6:16,22) porque nosotros no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que estamos bajo la autoridad divina. Eso jamás podrá lograrse más que renunciando a nosotros mismos en un desprendimiento completo. Tenemos que dedicarnos a la obediencia de Dios en todas las actuaciones de nuestras vidas.

       Entonces, ¿Cómo debemos de presentar nuestros cuerpos a Dios? “Que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”. La palabra “Santo” proviene del griego αγίος /hagios/ que es que  significa “apardato de...”2. Cuando escuchamos esta palabra, por lo general nos imaginamos una estatua de un ángel, algo divino o sagrado, lo representamos así por nuestra cultura y desafortunadamente éste no es el significado, el significado es que seamos apartados del mundo, de lo que aborrece Dios, del pecado. 

       Pero, ¿Cómo podemos hacer ésto? ¿Qué tenemos que hacer para presentarnos de esta manera? En el segundo versículo, Pablo les sigue diciendo a los romanos que no deben adoptar las formas del mundo, no moldearnos a como es el mundo; sino transformarnos mediante la renovación de nuestra mente, es decir, adquirir una nueva forma de vivir y pensar diferente a como el mundo es (Ef. 4:21-23). Alguna vez te has preguntadosi las cosas que platicas, las cosas que escuchas, las cosas que vez, tu manera de vestirte, los lugares a donde vas, ¿Están de acuerdo con lo que dice las escrituras? o ¿Están de acuerdo con lo que el mundo dice? ¿Estás imitando a alguien? ¿A quién estas imitando? ¿Al mundo o a Cristo? 

       Entonces, ¿Y cómo renuevo mi mente? Es indispensable renovar nuestras mentes con la palabra de Dios, tenemos que tener una relación íntima con Dios a través de su palabra, porque si no tenemos el conocimiento de Dios, no podemos saber cuándo estamos viviendo en obediencia o cuándo estamos viviendo como el mundo. Y ese es un problema que tenemos los Cristianos el día de hoy, no estamos leyendo la palabra de Dios y por tanto estamos siendo arrastrados por  la corriente del mundo, a tal grado que no nos estamos damos cuenta; cada cosa que hacemos, estamos siendo influenciados por el mundo.

       Un escritor evangelista de la Gran Bretaña llamado Leonard Ravenhill decía: “Si tu quieres ser un hombre de Dios, no puedes hacer lo que otros hacen, tú tienes que separarte, tienes que guardar tu mente, tienes que guardar tu corazón, tienes que entregar tu vida totalmente a Cristo, tienes que separarte de todo lo que te contamine”3

       Como Cristianos, es nuestro deber y responsabilidad estudiar las escrituras, escudriñarlas como los habitantes de Berea (Hch. 17:10-11), para que éstas mismas determinen cómo vivamos en este mundo. Tenemos que dedicarnos a buscar y comprender qué es lo que Dios  aborrece, para dejar de practicar estas cosas y buscar y estudiar qué es lo que Dios ama para hacer estas cosas.

Que la gracia del Señor Jesús sea con todos.«

Por Andrés Beltrán 

1 Leal, M. (S.F.) Él es el Todopoderoso. Recuperado el 5 de junio de 2012, de:
     http://www.amistadyvida.com/predicaciones_03/El%20es%20el%20Todo
     %20Poderoso.pdf 
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