Las grandes producciones cinematográficas han producido
series, películas y caricaturas de súper héroes cuya característica principal
de los protagonistas es la de utilizar máscaras. En nuestro país, México, los
grandes de la lucha libre usan de igual manera máscaras.
Como seres humanos tenemos la tendencia de
mostrar ante los demás nuestro mejor rostro. Y lo hacemos ante una cámara fotográfica,
cuando vamos a solicitar un nuevo trabajo, cuando un joven o una señorita quieren
quedar bien entre sí, etc.
Hay ocasiones en las que uno se considera una
“persona buena”, pero en realidad no es así. Muchas veces somos criticados por
nuestras conductas y sin embargo, pensamos
que estamos bien, pero en realidad tenemos una máscara que nos hace ver malos
ante los demás. Debemos aceptar que no somos perfectos, porque no existen los
humanos perfectos. Todos somos pecadores, pero hay que estar alineados con Dios
y dejar que Él nos vaya transformando poco a poco. (Romanos 12:1,2.).
Muchas veces para tratar de ocultar esta
situación nos volvemos como fariseos religiosos tratando de aparentar que somos
otras personas; generosas, llenas de fe y siempre rectas dentro de la iglesia, pero
afuera de ella la conducta es regida bajo los valores que el mundo dicta, la
apariencia de piedad quedó en eso, en apariencia. (2ª Timoteo 3:5.). Así andamos
luchando en este mundo, utilizando máscaras para esconder nuestra verdadera
identidad y parecer algo que no somos.
Hipocresía vs. Autenticidad
“Este pueblo de labios me honra”, aquí
Jesús se refiere a que hay mucha falsedad en la forma en que hablamos en ciertos
momentos y contextos, al orar y con hermanos en la fe. Pero la verdad es que
Dios no está buscando que usemos palabras rebuscadas o “muy lindas” para referirnos
a Él si en realidad no salen de un corazón puro y sincero.
La palabra
hipocresía viene de la palabra griega hypokrisis, que significa actuar, fingir
(como actor/actriz de teatro o telenovela). Es decir, es un hipócrita quien exteriormente
está aparentando ser alguien que no es. Se podrá ganar un “Oscar” por su engaño
e hipocresía, pero no podrá ganar el Corazón de Dios porque Él no puede ser
engañado. (Gálatas 6:7.).
La segunda frase que Jesús menciona es:
“Más su corazón está lejos de mí.” La verdad, todos hemos experimentado, alguna
vez, que cuando estamos entonando una alabanza a Dios, nuestra mente está en
otro lugar simplemente porque se distrajo con algo más. Si tú eres de los que
están pensando: “No, yo nunca” te digo lo siguiente: ¡Quítate la máscara! O serás el primer fariseo de este escrito.
Lo malo de todo esto es que en algún momento
de nuestra vida en Cristo, hemos sido hipócritas con Dios, con nuestros padres,
hermanos, amigos, los que tienen pareja también, y sobre todo con nosotros
mismos. Pero no te preocupes, te tengo buenas noticias… hay un remedio. El antídoto
para esta situación tan fea como la falsedad es: la sinceridad.
Hay una razón por la cual abunda la
hipocresía, dentro y fuera de la iglesia o “sobre todo en las iglesias”, esa
razón es porque la hipocresía sí “funciona”, y “funciona muy bien”. Para
explicar lo anterior, te pregunto: ¿Qué quieren lograr los hipócritas? Así es,
que los demás los miren como grandes y buenas personas. Su interés es dar una
imagen agradable para los demás y es muy probable que lo logren porque son
buenos actores/actrices en escena. Pero Jesús dijo que si somos así, seríamos
desafortunados cuando todos hablaran bien de nosotros (Lucas 6:26.). Así que,
¡tómala! a tu consideración.
La hipocresía funciona para engañar a los
demás, pero nunca servirá para engañar a Dios. Los hipócritas ya tienen su
recompensa (Mateo 6:2; 24:51). Jesús dijo que Dios mismo iba a recompensar a los
sinceros y auténticos que no pretenden hacer sus buenas obras en público (Mateo
6:3,4 y 6.). Busquemos la aprobación de Dios, antes que la de los hombres.
Podemos aparentar una gran santidad o un
gran liderazgo, pero si realmente nuestro corazón, nuestros pensamientos, y
nuestra vida en general no están al acorde y alineados con Dios para hacer su voluntad,
no hay que creernos que somos eso, así que… ¡dejemos de mentirnos y de mentirle
a los demás! Dios no está buscando grandes actores, Dios no está buscando
expertos en mentir, Dios no está buscando gente enmascarada; Dios busca
personas que ya están cansadas de fingir lo que no son, busca personas sinceras,
humildes que se reconocen que han vivido en el engaño y que, con ganas de
veras, quieren cambiar y alinearse con Dios.
Ser vs. Parecer
Podemos aparentar una gran santidad o un
gran liderazgo, pero si realmente nuestro corazón, nuestros pensamientos, y
nuestra vida en general no están al acorde y alineados con Dios para hacer su voluntad,
no hay que creernos que somos eso.
Otra cosa, ¿te
has dado cuenta que el ser hipócrita nos vuelve orgullosos? Yo me dí cuenta
cuando alguien en el espejo de mi recamara me lo dijo. Si lo has experimentado, ve
corriendo al espejo de tu baño o recamara. Notarás que no te digo falsedad,
allí te lo dicen fuerte y claro. Nuestro corazón, poco a poco, se empieza a
endurecer y empezamos a ser insensibles. Por eso te digo, no seamos como los fariseos
que convivieron o lucharon cara (más bien máscara, la de ellos) acara con Jesús
y no comprendían lo que Él decía. Sí, es cierto que se sabían las Escrituras al
derecho y al revés, pero no servía de nada porque no cambiaron genuinamente y desafortunadamente
eso mismo sigue pasando en nuestra época y en nuestro propio contexto, la
iglesia.
Pero, ¿qué
hacían los fariseos? Muchas cosas, una de ellas; criticar al ministro de Dios.
¿Cuántas veces no hemos criticado a nuestros pastores, consejeros, siervos o
líderes en la iglesia? Los fariseos se preocupaban y se ocupaban más por su
propio bien que por el de los demás. Por ello te pregunto, ¿Eres de esos hermanos
a los que no les importan los demás? ¿Eres de los que miran sufrimiento en las
personas y piensas egoístamente en tu propia felicidad? Si tu respuesta es
afirmativa, estás del lado de los enmascarados. Te recomiendo lo siguiente:
¡Quítate la máscara! Y hazlo delante de Jesús con un corazón sincero, Él nos perdona
y nos cambia.
Sabes, es muy grave ser un fariseo, ser un
enmascarado, ya que vemos en la Biblia que Jesús usa esta palabra casi como
sinónimo de hipócrita. Si lees Mateo 23:1-35 atenderás y entenderás lo que te acabo
de mencionar. Observa atentamente:
¡Qué fuerte
pasaje! Podemos ver que la relación de Jesús con los fariseos, no fue del todo
armoniosa. Sus palabras son claras y duras ante la soberbia e hipocresía de los
fariseos. Lo que dice y hace Jesús no tiene nada que ver con lo que estos fariseos
hacían y decían. Jesús dice que los hipócritas que estorban para que los demás
obedezcan a Dios son dos veces hijos del infierno y tienen mayor condenación,
suena muy feo todo esto, pero es cierto. Muchas veces nosotros con nuestras actitudes,
aparte de no ser de bendición para nuestras vidas, podemos ser piedras de
tropiezo para otras personas al decir o hacer cosas opuestas a lo que hemos dicho.
Apariencias vs. ¿?
Muchas veces como jóvenes cristianos o
hermanos de cualquier edad, pretendemos ser unos en la Iglesia y ser otros
fuera de la comunidad de fe. Esto no es un asunto de ahora, siempre ha sucedido;
“Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo
en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué
ofrecer, pues él no se lo había mandado. Entonces salió de la presencia del
Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él.” Levítico 10:1-2. Ellos eran sacerdotes de
Dios, pero sólo eran apariencias, ¡puros enmascarados! Analicemos las actitudes
y situaciones de estos dos personajes comparadas con las nuestras:
Pertenecían a
las familias de los sacerdotes: Actualmente en la iglesia muchos son hijos de
ciertas familias que tienen “renombre”, son cristianos de cuna que se creen
“muy espirituales”.
Habían sido
escogidos y ungidos como sacerdotes: Algunos fariseos actuales son líderes de
mega iglesias, artistas que se hacen llamar cristianos, líderes de alabanza, personas
que tocan algún instrumento o cantan, son maestros de niños, maestros de
institutos o líderes en algún ministerio y se toman el papel de “espirituales”,
pero en realidad llevan una máscara, sólo están fingiendo.
Ofrecieron
ofrendas delante de Dios en el Tabernáculo: Nosotros podremos ofrendar hasta
más de lo que “deberíamos” dar, pero a Dios no le agradará nuestra ofrenda si
no estamos primero bien con Él y con nuestro prójimo, Mateo 5:23,24.
Eran de familia
de sacerdotes, habían sido ungidos y ofrecían ofrenda a Dios a la vista de
todos. Con esas cualidades, ¿Cómo se podría dudar de ellos? Pero el corazón de
estos dos no era santo, por fuera parecía que sí, pero ellos no lo eran al
cien.
Siempre hay un
momento cuando la puerta de nuestra habitación se cierra y nos quitamos las
máscaras y sólo Dios conoce nuestra identidad, sólo Él conoce lo que pensamos y
sentimos. Hoy Él nos quiere sanar y desea quitarnos las máscaras. Él nos ama
demasiado y anhela que seamos nosotros mismos todo el tiempo.
¿Renunciarías a
esas máscaras y actitudes de fariseos para seguir a Dios a su manera? Te invito
a que examinemos nuestro corazón y si encontramos algo de esto, arrepintámonos
y pidámosle a Dios que nos perdone y nos cambie.
“Crea en mí, oh Dios un corazón limpio, y renueva un espíritu
recto dentro de mí”
Salmo 51:10.
Por Pastor Víctor Zárate