miércoles, 1 de mayo de 2019

Humildad y confesión


En nuestra vida nos caeremos muchas veces, y como el enemigo nunca se rinde, siempre nos estará atacando como león rugiente, pero... ¿Cómo vivir entre el pecado y la santidad?
       Lo primero que tenemos que hacer es recordar las palabras del Rey David, cuando tras haber caído en adulterio con Betsabé y haber mandado matar al marido, se arrepiente cruelmente y en el salmo 51: 4 escribe “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos;”.
        Aunque robemos a una tienda, mintamos a nuestros amigos, le seamos infiel a nuestra pareja, o escondamos una verdad, el pecado siempre es contra Dios, aunque parezca que estamos atacando a otros, el ataque en realidad es a Dios, es a Él a quien le estamos fallando y de quien nos alejamos al caer en el pecado.
       Una vez aclarado esto, tenemos que entrar en materia. Como personas humanas que somos, siempre que cometemos un error lo primero que hacemos es negarlo, cuando caemos en pecado, lo negamos o queremos echar la culpa a otra persona.
       Desde Adán, quien quiso culpar a Eva del error, y Caín, quien finge no saber de su hermano, hasta Poncio Pilato, quien descansa en declarar que la culpa fue del pueblo; la biblia nos revela este afán del hombre por quererse desligar de la responsabilidad.
       Una de las primeras cosas que hacemos para librar nuestra conciencia de la culpa es decir que “no era tan grave”. Nos refugiamos en la idea de que matar es mucho peor que echar una mentira (una “mentirilla”), en que otros roban bancos, iglesias y casas, yo solo no eché todo el diezmo en la charola. Sin embargo dice Santiago (2: 10-11) que no hay pecados grandes ni chicos, porque con una sola cosa en que se falle, por más mínima que sea, no deja de ser falla.
        También solemos caer en el error de hacer las cosas a escondidas y pensar que no cuenta. Pero Cristo mismo dijo en Mateo 5: 28  “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Por tanto el pecado en la mente también cuenta, y cuánto más no ha de contar el pecado a escondidas.
        Aún más preocupante es cuando la gente quiere echarle la culpa a los demás de los errores propios. Como ya vimos, es algo que no inventaste tú, no eres el primero al que se le ocurre que culpar al de a lado es buena idea, es algo que hizo el primer hombre en la tierra y lo venimos repitiendo hasta hoy. Pero esto lo hacemos nada más y nada menos que por falta de humildad. Creer que podemos engañar a Dios, nos mentimos a nosotros mismos para ver si Dios también cae en el truco. La falta de humildad y valor de reconocer que hemos cometido un error nos lleva a señalar a otros.
        Por esto es que Santiago (cap. 2) nos habla de la importancia de este valor. Primero nos dice en el versículo 6 que Dios da gracia a los humildes, en el versículo 8 nos invita a usar esta humildad para acercarnos a Dios y así purificar nuestros corazones, y por último, en el versículo 10 nos dice “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”. No es sino la humildad lo primero que tenemos que buscar para salir del bache en que caemos al pecar.
       Finalmente, sólo vale mencionar que vivimos tiempos finales en losque Cristo mismo dijo que “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”. Hoy día miles de personas hemos caído en un doble error, primero al caer en pecado, y segundo por creer que así estamos bien, que agradamos a Dios con nuestro pecado.
        El punto de este escrito no es dejar mal a la gente, pensando en que somos pecadores sin remedio. Por el contrario, estamos conscientes que la sangre de Cristo nos limpia y su amor es tan grande que nos limpia de todo pecado (todo, porque no hay chico ni grande); pero el punto es hacer ver a la gente que para poder ser limpios de nuestro pecado, l


o primero que tenemos que hacer es dejar de darle vueltas al asunto y fingir que estamos bien, tenemos que reconocer nuestro pecado para poder ser perdonados.
       El segundo punto es el arrepentimiento, pero ese lo veremos otro día. Por hoy, lo primero que tenemos que hacer es confesar nuestro pecado.

El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28: 13

Por Fernando Castro

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