¿Cuál es el problema del
“super-evangelizado”? Fácil, son personas que cada día son evangelizadas, a
pesar de que han sido evangelizadas por años.
Está bien, admito que no me estoy explicando
mucho. Para no darle tantas vueltas al asunto, actualmente los cristianos nos
estamos haciendo ratones de biblioteca, llenos de conocimiento bíblico,
experiencia en orar, ayunar y hasta imponer manos, pero jamás salimos a
evangelizar a otros, todo el evangelismo lo guardamos para nosotros mismos.
Para explicar mejor este
problema, lo quiero plasmar en dos partes: lo individual y lo colectivo.
Lo individual: Necio con dinero
Proverbios 17: 16 plantea una pregunta que veo
muy relacionada con este tema “¿De qué sirve el precio en la mano del necio para
comprar sabiduría, no teniendo entendimiento?”
Volviendo al tema, ahora el
cristiano (a diferencia de años atrás) tiene a la mano librerías cristianas, no
llenas, tapizadas de cientos de libros cristianos con información cristiana
sobre la vida cristiana y asuntos cristianos, pero ¿De qué sirve?
Cientos de cristianos se
están auto-evangelizando día a día, leyendo libros, artículos en internet,
revistas como esta, e incluso leyendo la biblia una y otra vez, pero sin salir
a compartir su conocimiento con los demás.
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No esperemos a que seamos
unos expertos de la biblia para empezar a evangelizar, porque nunca los serás.
Lucas capítulo 12 cuenta la
historia de un hombre que quiso juntar toda la cosecha que pudiera en un gran
granero para entonces sí, ser feliz. Pero Dios le habla y le dice “Necio, esta noche vienen a pedirte tu
alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.
No cometamos el mismo error
espiritualmente, no esperemos a llenar nuestro granero de conocimiento bíblico
para empezar a gastarlo, porque no sabes si esta noche vienen por tu alma y
todo ese conocimiento se quedará sin usar.
Lo colectivo: Misioneros a la brava
La biblia cuenta en tres evangelios
(Mateo 10, Marcos 3 y Lucas 9) el momento en que Jesús subió al monte con sus
12 discípulos y les encomendó la tarea de predicar el evangelio, justo después
los mandó a evangelizar.
En este momento de su travesía, los
discípulos aún no estaban tan firmes en el evangelio; su viaje con Jesús iba
comenzando y habían compartido poco tiempo con él; además no habían recibido
aún el Espíritu Santo en Pentecostés; es más, algunos de ellos aún tenían dudas
sobre Cristo y su divinidad.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhw-KBC39nSuf2g2-CN6lDqpmyEHlTG3pOoSUQtXa2qMQy1T0xVP6KGl-7osIlLiqagGGEkNKMMlvJPB14KFjSQZXObWmwCpBu4FfmMpC0CkdzAlq3lpcR2_sGpiijcWsJqPW6wM4ILmaQ/s200/maxresdefault.jpg)
Nos estamos evangelizando a nosotros
mismos, en lugar de llevar el evangelio a las calles, invitamos a otros cristianos
a nuestra propia iglesia. Incluso muchas iglesias salen a ayudar a otras
iglesias; lo que no está mal, si se combina con el proceso de evangelización,
pero únicamente hasta ahí llegamos.
¡Vamos! ¡Por favor! Abramos los ojos y
démonos cuenta de que nos estamos super-evangelizando los unos a los otros, una
y otra vez; es completamente necesario que salgamos a evangelizar a la gente
que nos necesita, a los de afuera, a los que no conocen de Jesús. Nosotros ya
conocemos de Dios; claro que se vale seguir conociendo más de Él, leer
suplementos e investigar más, pero nunca en sustitución del mandamiento que
Cristo nos dejó: evangelizar.
Por Fernando Castro